SOR BELEN GONZALEZ, DE LAS SIERVAS DE MARÍA, SALUDA AL PAPA EN EL ESCORIAL
Querido Santo Padre:
Me llamo Belén y soy Sierva de María, dedicada a la atención de los enfermos en sus domicilios. En nombre de todas las religiosas aquí presentes, de vida contemplativa y activa, le damos la más cordial y gozosa bienvenida. ¡Gracias Santo Padre por este encuentro con nosotras, muchas gracias!
Sabemos, Santidad, lo mucho que estima a la vida consagrada como expresión visible de la santidad de la Iglesia. La Iglesia es santa por estar unida a Cristo y porque en su seno florece la santidad como en un maravilloso jardín de diferentes flores. Cuantas estamos aquí queremos ser santas y, aunque sabemos que el camino no es fácil, confiamos en la gracia de Cristo, en la comunión de la Iglesia y en el magisterio de Su Santidad, que nos estimula constantemente a ello. También nosotras queremos ofrecer a la Iglesia y al Vicario de Cristo nuestra oración, nuestros sacrificios y nuestra total entrega a Cristo, a quien nos hemos consagrado como esposas.
Sabemos, Santidad, quela cruz que Dios ha puesto sobre sus hombros es muy pesada. Queremos decirle que no la lleva solo, cuente con nosotras, que, en el silencio del claustro o en la actividad con que servimos a la Iglesia, le ayudamos con nuestra sencillez y pobreza, y con la fuerza que recibimos de Cristo. Pedimos al Señor que le bendiga y sostenga, le consuele y fortaleza y le llene de la alegría y la paz del Santo Espíritu para guiar a su Iglesia. ¡Gracias, Santo Padre y cuente siempre con nosotras!