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Debe hacer frente Madre Soledad a varios focos en los que el enemigo de la paz, intenta romper la armonía y la unión que ella anhela ardientemente para las Comunidades.
No es pequeño y delicado el movimiento que a su paso por varias casas va suscitando don Vicente Balaguer, Familiar y Secretario de Monseñor Orberá, quien sin autorización ni previa consulta con Madre Soledad busca el sustituir en su cargo al Padre Ángel Barra quien había dedicado lo mejor de su vida a favor del Instituto.
Se désahoga la Madre con Madre Gracia Vinuésa y dada la confianza que existe entre ellas, le pide su prudente y eficaz colaboración para poner freno a los comentarios que le puedan ir llegando por parte de dicho huésped amigo de las Siervas, al tiempo que la exhorta “a pedir al Señor por las necesidades de la paz y buen espíritu en nuestra Congregación”.

J. M. J.

Madre Gracia Vinuésa


Casa Madre Siervas de María. Madrid.
20 de septiembre de 1880

Mi apreciable Sor Gracia, salud en nuestro Señor Jesucristo:
Recibí la de usted del 18 y veo el deseo que usted tiene de saber de nosotras, yo no lo extraño, pues sabiendo usted en el estado de intranquilidad, que por algunos cuentos de personas que manifiestan nos aprecian, y no es verdad, me llevo sufriendo bastantes días sin saber el resultado de ello, y lo que más siento es que al pobre Padre le meten con decirle que no vale para nada, pues es un viejo y no saben si es de confianza; esto a mí se me ha dicho y sabe usted quién, pues el señor Obispo Auxiliar, amigo de Almería. Y como desde que estuvo en ésta el que manifiesta tomarse tanto interés por las Siervas y quiere él reformarlas como ya lo ha dicho ese don Vicente, y al mismo señor Auxiliar le he oído decir las mismas expresiones que él ha dicho tanto aquí como algunas Hermanas y después de marcharse de aquí el año pasado, supe que se dejó decir que venía en comisión aquí para observar lo que pasaba, para dar cuenta a las dos personas que le mandaban; vea usted el por qué me fundo en que ese señor don Vicente es el motor del revoltijo que tal vez se arme en la Congregación, y como según se explicó, por entonces ya contaba con algunas superioras de los puntos, más esto no puedo yo del todo probarlo, pero sí algunas cosillas que se comprenden de las expresiones del Auxiliar.
De esto le mando reserva, y sí sólo que observe si está aún en ésa a ver cómo respira, pero lo que no le dé usted de ninguna manera tanta libertad como aquí él se tomó, pues si sigue así más tiempo, le despedimos por la demasiada confianza que en todo y por todo se tomó y con las jóvenes más. Tal vez crea que a todos los dejamos tan sueltos como a él. Dios nuestro Señor lo remedie como mejor convenga para honra y gloria suya y bien de nuestra amada Congregación.
Si usted quiere decirle que yo la he dado orden de no admitir ningún huésped en ésa, dígaselo usted y puede añadir que el último que aquí tuvimos nos sirvió de escarmiento para no admitir más en nuestras Comunidades, al menos con tanta confianza, pues después de sufrir molestias y hacer gastos para obsequiarlos, pagan con ingratitudes y disgustos y si sólo para en eso, menos mal. Pobre Padre, qué pago después de tantos sacrificios y tantos desembolsos para las Siervas y veinticuatro años de sufrimientos…No puedo más, basta, y usted cuando me escriba póngame aparte lo que sepa.
De lo que me dice de la pretendienta, si viene por aquí ya la verá y ella se explicará y según me diga y vea obraremos. Con respecto a Luisa, por ahora me parece que no va mal, la pobre, aunque atrasadilla, es humilde y veremos y avisaré de su comportamiento. La mando a usted la carta de Sor Eulalia y la que usted me mandó de ella ya va en el correo. Sólo observé en ella que iba muy andaluza y que decía que la escribiera a ésa, y eso yo se lo borré poniendo las señas de aquí, dígame usted que tal se porta, y como sigue usted de salud cuando pase una temporadita en ésa.
Para la semana que viene, pienso que salgan para ésa las Hermanas, vea usted si le ocurre a usted alguna cosa, pero antes quiero saber si ese huésped está en ésa o si ya se marchó, y váyase usted con cuidado en las palabras que habla con él, pues cuando menos debe saber que yo estoy disgustada con él, y cómo él se dejó decir que su venida a Madrid le traería disgustos, nada tiene de extraño que a usted le pregunte algo de mí, si estoy contenta o triste; Dios nuestro Señor le perdone; entre tanto, pidamos al Señor por las necesidades de la paz y el buen espíritu de nuestra Congregación.
Salude usted a las hermanas y al Padre Juan, que algo le han metido, y reciba usted expresiones del padre y de ésta, su afectísima,

 

Madre Soledad Torres

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