La fundación de la casa de Almería tuvo lugar en 1876. Apenas había llegado como Obispo Monseñor Orberá a esta Diócesis y quiso que los fieles confiados a su cuidado pastoral se beneficiaran de la labor asistencial de las Siervas de María.
Evocaba muchos y profundos recuerdos en Madre Soledad esta fundación para la que el Prelado, poniendo a prueba el temple de la Madre, le había ofrecido como casa los aposentos del cementerio de San José. Ella había aceptado con valentía el desafío: “Señor Obispo, para mí y para mis hijas, con una choza nos basta”. Y fue así como, donde hasta entonces reinara la muerte, la salud brotó y en el barrio de Belén, comenzó a reinar la vida.
La carta está escrita al año siguiente de esta fundación de Almería y Madre Soledad con ocasión del 15 de agosto, se remonta a los orígenes del instituto “26 años atrás” cuando “también en el último rincón de Madrid, el barrio de Chamberí, quiso nuestro Señor y su Santísima Madre que se diera principio a la fundación de sus queridas Siervas”.
A mis hijas de Almería
11 de agosto de 1877
Para todas mis queridas hijas Siervas de María, en Almería, de su afectísima en Jesucristo, Soledad Torres. (Así dice el sobre)
Hoy, 11 de agosto, 1877
Mis queridas hijas en Jesucristo:
Les mando estos borroncitos para todas, recordándolas en el grande y dichoso día 15 de este mes, tan memorable para esta pobre sierva y no menos para todas las Siervas que componemos esta pequeña y grande Congregación.
Sí, hijitas mías en el señor, este día hará veintiséis años que empezó a nacer en el rincón más olvidado de todos y más despreciado por entonces, el barrio de Chamberí; pero este 15 quiso Nuestro Señor y su Santísima Madre que se diera principio a la Fundación de sus queridas Siervas, prestándolas su apoyo y protección tan visiblemente como ustedes lo están viendo y experimentando.
¿Y que dirá la que estos borroncitos pone? Que tan visiblemente he visto su protección tantas y tantas veces, que solo así es como se puede explicar verse hundir esta pequeña barquita y sacarla tantas veces a salvo nuestra querida Madre, que siempre mira y mirará por estas ingratas Siervas suyas y ésta, última de todas, su afectísima.
María Soledad.