SOR MARIA CATALINA IRIGOYEN
María Catalina, con José Manuel nace el día 25 de noviembre de 1848, en la calle Mercaderes, nº 9 (hoy Blanca de Navarra). Al día siguiente, los gemelos son bautizados en la Catedral de Pamplona. Sus padres, Tiburcio, oriundo de Erratzu (Valle del Baztán) y de Dña. Leonarda, descendiente, de la familia Azpilicueta, de la que procedía San Francisco Javier, por parte de la familia materna, procuraron dar a sus hijos una esmerada educación que, María Catalina, la continuará en el colegio de las Dominicas.
A la edad de 9 años murió su hermano gemelo, quedando un vacío muy grande en el hogar. De María Catalina, desde muy pequeña, decían que tenía cara de ángel y era muy humilde. Virtud que le acompañó toda su vida.
A la edad de 13 años, es miembro de la Asociación de las Hijas de la Purísima Concepción, vive al abrigo de la Virgen y de su amor a Jesús. Promueve entre los jóvenes congregantes el amor a la Virgen, organizando peregrinaciones a los santuarios marianos, en los que ella dedica todo el tiempo disponible, para permanecer junto a la Señora.
Desde la luz que irradia sobre su alma, la adoración a la Eucaristía y la contemplación de la Virgen e impulsada por su deseo de vivir como lo hiciera María, va descubriendo nuevas necesidades en su entorno ante las que no permanece inactiva: socorre a los pobres con limosnas recortando de su ajustada designación familiar. Su acción en favor de los necesitados va en aumento, así como continúa creciendo su hondura espiritual y su deseo de no negarle nada al Señor en el transcurso de su vida.
En el año 1878, Madre Soledad llegó a Pamplona con cinco hermanas para instalarse, primero en la Calle Curia y después en 1879 se instalan en la Calle Salsipuedes. María Catalina al visitar a las religiosas salía reforzada en su deseo de ser Sierva de María, pero tendrá que esperar por atender a su hermano Juan Pedro Alejandrino que la necesita en su enfermedad, hasta que fallece.
Al despuntar el nuevo año 1882, María Catalina comienza una nueva vida: quiere ser toda de Dios e ingresa como Postulante en la Casa de Pamplona. Hará la Profesión Temporal y después, la Profesión Perpetua en Madrid. Destacándose por su espíritu de sacrificio, humildad y entrega generosa a los más necesitados.
Sor María Catalina sembró en el mundo, la alegría que llevaba dentro, siendo bálsamo para cada herida que encontraba en su camino, hacía realidad el “Venid benditos de mi Padre, porque estuve enfermo y me visitasteis”.
El día 10 de octubre de 1918 cuando Sor María Catalina entregaba su alma al Padre. Fue Beatificada el día 29 de octubre de 2011 en la Catedral de nuestra Señora de la Almudena.
Las Siervas de María le honramos y celebramos su fiesta el día 10 de octubre.