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Diciembre de 1874

Reviste esta carta un interés especial para las Siervas de María. Madre Soledad ve llegado el momento de dar comienzo a las gestas misioneras de la Congregación en “ultramar”. La voluntad de Dios se le manifiesta a través del Vicario Capitular de Santiago de Cuba, don José Orberá. “Meditando el asunto; convocadas y reunidas las siete Hermanas que intervienen en el régimen de la Congregación… se decide por unanimidad pasen a Santiago de Cuba de ocho a diez Hermanas”.
Quiere Madre Soledad, sin dudar en ningún momento de la disponibilidad y valentía de todas y cada una de sus hijas, que esta avanzadilla misionera responda a un gesto generoso y voluntario de las que se sientan llamadas por el Señor para dar este paso, por eso pide voluntarias para esta Fundación. Las escogidas fueron: Madre Victoria Bugía como Superiora y las Hermanas: Visitación Yagüe, Piedad Santa Olalla, Rosario Carvajal, Expectación Alonso, Filomena García, Maria Caridad Vieites, Maria del Sacramento.
La carta por ser circular se envió a todas las casas del Instituto. La que se presenta es la dirigida a la Comunidad de Valencia. Busca la Madre ante todo que Dios lleve a cabo esta obra para  que en verdad sea sólo suya por lo que termina la carta con esta súplica:”Que Dios Nuestro Señor nos ilumine a todos, para que hagamos lo que sea de su mayor honra y gloria, bien de nuestras almas y prosperidad de nuestro Instituto”. Amén.

Reverenda Madre Superiora
Diciembre de 1874

Reverenda Madre Superiora de la Comunidad de Siervas de María de Valencia: Animadas las Siervas de María del mayor desarrollo, propagación y extensión de su Instituto, por interesarse en ello la mayor gloria de Dios, creo que en esa Comunidad del digno cargo de usted, habrá espíritus que, animados de celo por dicho objeto, no temerán arrostrar los peligros que ofrece el surcar los mares.
Ya hace tiempo que la Divina Providencia indicó, que necesitaba Siervas de María en la isla de Cuba, y una prudencia quizá mal entendida ha resistido al llamamiento del Cielo; mas ahora este llamamiento es tan manifiesto, que sería resistir a la voluntad de Dios no acudir a donde nos llama.
La Divina Providencia se ha valido de un instrumento de la mayor excepción: el mismo señor Vicario Capitular, Sede vacante, del Arzobispo de Santiago de Cuba, es el comisionado por Dios y ha venido por ustedes.
Oída la pretensión de tan respetable señor, por su dignidad y virtud; meditado este asunto con el detenimiento que se merece; convocadas y reunidas para ello las siete Hermanas que intervienen en el régimen de la Congregación, se ha convenido por unanimidad pasen a Santiago de Cuba de ocho a diez Hermanas, por parecer ser esta la voluntad de Dios.
Nos congratulamos que todas las Hermanas de la Congregación, fieles a su profesión, irán gustosas y con obediencia ciega a donde se las mande; pero en esta ocasión lo dejamos a la voluntad de las que se ofrezcan, para que su mayor desprendimiento voluntario les sirva de mayor mérito. Son comprendidas en este llamamiento y ofrecimiento desde la Superiora hasta la última Hermana que haya cumplido cuatro años de profesión; más si hubiera alguna que, animada de su celo, sin cumplir los dichos cuatro años, se ofreciera, nos lo hará presente y resolveremos lo que se crea conveniente. En todo caso esperamos contestación de todas las Hermanas de esa Comunidad, sin distinción alguna, sea por sí misma o por su confesor. Esta contestación debe venir a nuestras manos del 15 al 17 del actual.
Antes que usted lea esta carta a la Comunidad, las reunirá en el oratorio, y exhortará a todas las Hermanas a que pidan a Dios con mucho fervor, para que las ilumine en un asunto interesante a la Congregación. Concluida la oración, les lee usted la carta en la habitación que crea conveniente, y les encarga den su resolución en secreto en la forma expresada.
Encargue usted al Director espiritual de esa Comunidad la esquela adjunta, y al mismo tiempo haga que se entere de ésta de usted.
Que Dios nuestro Señor nos ilumine a todos, para que hagamos lo que sea de su mayor honra y gloria, bien de nuestras almas y prosperidad de nuestro Instituto. Amén.
Madrid, diciembre de 1874


LA SUPERIORA GENERAL
Soledad Torres


EL DIRECTOR SUPERIOR
Ángel Barra


 

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